USHUAIA

Se produjo una segunda muerte en el polideportivo “Cochocho” Vargas

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Al igual que ocurrió con el primer deceso registrado el 12 de julio, ayer 14 de julio, otro paciente con COVID dejó de existir.

Con un hospital público devastado y fuera de servicio y una clínica privada desbordada, ayer se debió lamentar el fallecimiento de otro vecino de Ushuaia.

Nicolás Ramón Gamarra, de 60 años de edad, se encontraba al igual que doña Clara Lucero, internado en la Clínica San Jorge. Manifestando una mejoría en su cuadro general de salud por coronavirus, fueron trasladados desde ese establecimiento privado – con su capacidad prácticamente saturada – en una ambulancia al Polo Sanitario en el polideportivo Cochocho Vargas, en donde dejaron de existir con menos de 48 horas de diferencia.
En el caso de Nicolás Gamarra, cariñosamente apodado “Lincho”, desde la cama que ocupaba en el Sanatorio San Jorge y luego de que los médicos le informaran a sus familiares que el hombre, padre de 8 hijos y abuelo de 11 nietos, se encontraba en mejor estado de salud y estaba apto para continuar su recuperación en el hospital de campaña, fue efectivamente trasladado el día martes 13 de julio al gimnasio en donde ayer, miércoles 14, falleció.
En el caso de la vecina Clara Lucero, según consignaron sus familiares “fue recibida en la Clínica San Jorge y derivada al “Cochocho” Vargas”, en donde el día 12 de julio, murió a alrededor de las 5 de la madrugada.
Cabe destacar que la desaparición física de don “Lincho” enluta al personal del Hospital Regional Ushuaia, dado que era padre de un trabajador de ese nosocomio.

Desconsuelo e impotencia

Familiares, amigos y allegados de los vecinos que dejaron de existir sobre una cancha deportiva en vez de estar asistidos en un hospital, tal como venía ocurriendo hasta que un incendio dejó fuera de servicio al nosocomio público, el 7 de julio pasado, no tienen consuelo.
En ambos casos Clara y Nicolás estaban atravesando un cuadro de COVID en un lugar en donde solo se cuenta con tanques de oxígeno que es suministrado a los pacientes por mascarillas o cánulas bigoteras. Allí no hay máquinas ventilatorias a las que en un último y desesperado intento por mantenerlos con vida, se los hubiera conectado para que respiraran con ayuda mecánica. ¿Y si hubieran tenido ese recurso a disposición, las cosas hubieran sido distintas?. Esa es la pregunta que se repiten, sin encontrar respuesta.


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