La Antártida Argentina forma parte del patrimonio cultural e identitario de cada ciudadano de nuestro país, desde la infancia misma, cuando en las aulas se trabaja con la silueta cónica de un territorio que se sabe lejano, gélido y propio. En concordancia, forman parte del calendario de conmemoraciones fechas como el 22 de febrero, Día de la Antártida o el 21 de junio, en que se alude al Día de la Confraternidad Antártica.
Para ilustrar a nuestros lectores sobre la historia de aquel pedazo de suelo en el que un grupo de civiles y militares a diario ratifican soberanía con su presencia, Diario Prensa Libre invitó al especialista en temas antárticos, docente y militar retirado, Alejandro Bertotto, a compartir sus conocimientos.
El buque polar ARA Bahía Paraíso (B-1) fue un transporte y rompehielos de la Armada Argentina que participó en diversas campañas antárticas de la Argentina y funcionó como buque hospital durante la guerra de las Malvinas. Podía transportar hasta 250 personas y contaba con un hangar flotante que albergaba dos helicópteros Sea King. Tenía una autonomía de 18 días a 6 nudos y tanques con capacidad de 1.200 toneladas de combustible. La eslora era de 132,8 m; la manga de 19,5 m y el calado medio de 7 m.
En la tarde del 28 de enero de 1989, el pionero de los radio aficionados fueguinos, Jorge Vrsalovic, desde su estación LU7XP, ubicada en el centro de la ciudad de Ushuaia, daba el alerta a todo el sistema que siendo las 14,15 en plena campaña antártica de verano y con un grupo de turistas a bordo y de trabajadores de Canal 11, el buque polar ARA Bahía Paraíso (B-1), de construcción nacional, encallaba frente a la Estación Palmer USA, ubicada en Isla Anvers, sobre el estrecho de Bismarck, para días después hundirse casi totalmente.
El pasaje abandonó el buque en balsas y lanchas hacia la Base Palmer que dio refugio a los náufragos. La tripulación, luego de intentar sin éxito reflotar al buque, hizo abandono del coloso en desgracia, el lunes 30 de enero. La nave se hundió casi totalmente al día siguiente, con sus dos helicópteros a bordo. El naufragio dejó el 80% de su superestructura bajo las heladas aguas. La consecuencia inmediata y preocupante la provocó el derrame de combustible de sus cisternas, ante lo que la Armada actuó rápidamente controlando y contrarrestando los efectos. Se aspiró todo el combustible de la superficie del mar y el remanente en los tanques, se retiró la totalidad de los elementos considerados como potencialmente contaminantes y se hicieron inspecciones visuales en mar, tierra y cielo, de las que participaron científicos de la Dirección Nacional del Antártico, con la colaboración de técnicos de la estación norteamericana. Afortunadamente “no se advirtieron daños visibles en el ecosistema local, en particular en el caso de la fauna…», se informó en aquel momento.
El hundimiento del Bahía Paraíso no sólo fue una pérdida preocupante para el sistema logístico antártico argentino, el que además del buque propiamente dicho perdió sus dos flamantes helicópteros Sea King y todo el material embarcado, sino que además marcó un momento crítico en el empleo de medios oficiales para la realización de turismo antártico. Los pasajeros de la empresa arrendataria – Antartur de Ushuaia – perdieron en aquel lamentable siniestro, todo su equipamiento, tal como ocurrió con las cámaras y otros elementos técnicos que transportaban para filmar el paisaje del continente blanco los empleados del canal local.
Edición:
Diario Prensa