“La gente tiene muchas ganas de viajar y ni bien vayan viendo medianamente normalizadas sus vidas, saldrán a cumplir con ese deseo. También es verdad que las expectativas relacionadas con lo que esperan encontrar en el destino elegido, ya no serán las mismas”.
No será la primera ocasión en que la fragilidad del turismo contraste con su inmensa capacidad de recuperación. Sin embargo no debemos olvidar que ha sido esta pandemia la que más fuerte ha golpeado en una actividad que disminuyó su movimiento en aproximadamente un 80 % y que «las Américas” se encuentran entre las más perjudicadas del mundo. Millones de puestos de trabajo se han perdido y es de esperar un restablecimiento aunque no milagrosamente.
“Se trata de recuperar la confianza de los viajeros”, expresan los expertos de la Organización Mundial del Turismo. Pero muchos intuimos que los destinos que experimenten pronta y mejor recuperación, serán aquellos que se preocupen por entender que los turistas ya no serán exactamente los mismos y actúen en consecuencia. ¿Será acaso la post pandemia la oportunidad para mejorar los destinos turísticos en desarrollo?. Seguramente que sí.
Los entendidos coinciden en mencionar que son estos tiempos, precisamente, los más adecuados para que los responsables políticos y el empresariado, revean planes y prácticas turísticas especialmente en materia de infraestructura y desarrollo turístico.
Porque es verdad que la gente tiene muchas ganas de viajar y ni bien vayan viendo medianamente normalizadas sus vidas, saldrán a cumplir con ese deseo. También es verdad que las expectativas relacionadas con lo que esperan encontrar en el destino elegido, ya no serán las mismas. En este sentido la salud y la seguridad serán, por ejemplo, dos cuestiones que se reclamarán prioritariamente.
Los sitios distantes, sostenidos en una oferta de naturaleza y de destino «no masivo», podrían ser los más requeridos y en este caso, Ushuaia, Tierra del Fuego, dispone de cierta ventaja. Pero paralelamente deberíamos asegurar buenos protocolos, no relajarnos en este sentido y un estricto trabajo asociado entre el sector público y el privado.
No hay ninguna duda que el trabajo externo ha sido satisfactorio, la buena promoción y la capacidad de reacción de quienes conducen las políticas turísticas, tanto a nivel provincial como municipal, han sido muy óptimas. Pero sería quizás un error creer que porque hubo un grato repunte del turismo invernal, tan fácilmente ocurrirá con el turismo de verano, porque el perfil del turista estival, poco tiene que ver con el que viene a esquiar. Además todos sabemos que la presencia de nieve en el extremo sur, comparada con otros centros de esquí, nos ha favorecido.
Lamentablemente las reacciones que han tenido los líderes del mundo han sido muy diferentes, lo que nos ha alejado de la posibilidad de disponer más fácilmente de estándares internacionales que puedan aplicarse por igual en todos los destinos. Pero ello se puede subsanar con un trabajo serio, responsable y solidario.
Uno de los factores esenciales en esta recuperación es la necesaria presencia del Estado, ya lo hemos comprobado en profundidad. Aquellos que suelen renegar del Estado, es el momento en que guarden silencio. No deben existir dudas que el empresariado solo, jamás podrá salir del problema. Pero el sector político debería trabajar más arduamente y sin ningún tipo de especulaciones, ni divisiones. Estas dos últimas condiciones parecen una utopía, por lo menos en nuestra provincia.
La OMT asegura e insiste en que la «sostenibilidad» otorgará a los destinos en recuperación, mayor competitividad, y a decir verdad, muchos ya lo sabíamos antes de la pandemia. A la calidad de los atractivos deberemos sumar, como ya se ha dicho, la confianza y ésta se obtiene con el distanciamiento social, el menor contacto personal, mucha higiene en todos los rubros de la oferta. Los expertos recomiendan un menú de experiencias turísticas más «segmentado, enfocado en la naturaleza y la cultura. En este sentido deberemos poner el ojo en algo que los funcionarios parecen evitar o ignorar, que es la capacidad de carga. Porque sería lógico pensar que los próximos turistas preferirán atractivos no saturados, independientemente de las expectativas que tengamos con los cruceros que, como sabemos, son parte de un segmento diferente y acostumbrado a salones llenos. No hay reglas fijas ni indiscutibles, solamente decimos que habrá nuevas preferencias.
La reconocida guía turística internacional, «Lonely Planet», la misma que hace unos 20 años atrás había calificado a la oficina de información turística de la Municipalidad de Ushuaia, como «la mejor del país», (permítanle a este veterano alimentar un poco el ego), ha publicado algunas de las formas que modificaran las perspectivas de los nuevos turistas. Resumiendo las mismas podemos mencionar que se buscarán nuevas experiencias, además de la ansiedad por viajar de muchos ciudadanos, la avanzada será del turismo interno, nacionales que querrán conocer su propia casa, por lo que los destinos deberemos esmerarnos en mejorar para conseguir cierta fidelidad, mejorar la oferta, diversificarla y «contar nuevas historias»; habrá más demanda de opciones al aire libre, destinos menos poblados y distanciamiento social. Se requerirá confianza en viajes responsables, es de suponer más expectativas en opciones de turismo alternativo, asociándolo a un mayor bienestar. La tecnología asumirá un rol preponderante y requerido, evitando demasiado contacto personal. Habrá más viajeros «éticos y sostenibles»; posiblemente los lugares más populares se vuelvan menos deseables; habrá mucha predisposición al «auto-tours», por ejemplo en EEUU ya se ha observado un aumento del 1.000 % en reserva de alquileres de vehículos y finalmente, como ya se ha expresado, mayor requerimiento de salud y seguridad.
Como también ya lo hemos dicho en varias oportunidades, los destinos turísticos con mayor probabilidad de éxito son aquellos que mejor interpretan las demandas del mercado. Este mercado, si bien nunca fue estático, el COVID-19 lo ha transformado sustancialmente.
Posiblemente debamos asumir no sólo el desafío de volver a poner en funcionamiento el engranaje de una actividad que atraviesa a muchas actividades, sino además el reto de hacerlo con mayor responsabilidad que antes, como debería haber sido siempre. Hacer por fin, un turismo más sustentable.
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