Provinciales

“Como estaba muerta tuvieron que dejarla porque se les venía el humo y el fuego encima…”, nos dijeron

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Familiares de María Elena Nuñez siguen pidiendo justicia. En una entrevista con Diario Prensa Libre denunciaron que desde que ella murió, el director del hospital, el médico de terapia y los funcionarios de Salud, no les contestan el teléfono ni los reciben personalmente.

Maximiliano Díaz, sobrino de la paciente de la sala 5 de la UTI del HRU sostuvo que “no es cierto que el incendio del hospital no arrojó víctimas como afirmó el director Carlos Guglielmi. Mi tía murió en ese siniestro. El acta de defunción dice que la hora de la muerte fue a las 18 y la Policía consignó que el fuego comenzó a las 17.30. Esos datos dejan en claro que mienten cuando dicen que su muerte nada tuvo que ver con el incendio”.

“María Elena además de ser mi tía por parte de madre, también fue mi mamá. Y mi madrina porque mis padres la eligieron. La quise y la voy a recordar siempre como a una mamá porque estuvo siempre incondicionalmente conmigo” – comenzó afirmando a Prensa Libre, Maximiliano Díaz, desconsolado.
Aunque la noche del incendio del Hospital Regional Ushuaia, el pasado miércoles 7 de julio, el director del nosocomio brindó una conferencia de prensa en la rampa del casco viejo del edificio, asegurándole a la prensa que el ígneo no había causado ninguna víctima, Maximiliano afirma rotundamente lo contrario.
Y junto al joven, también la Justicia consideró días más tarde que existen suficientes elementos como para impulsar una investigación, que recayó en el fiscal Fernando Ballester Bidau. Es tarea en estos días del representante del Ministerio Público, determinar en qué circunstancias falleció la paciente María Elena Núñez, quien estaba en la habitación 5 de la UTI del HRU, el 7 de julio pasado, cuando un incendio obligó a evacuar el nosocomio.

“Como estaba muerta tuvieron que dejarla porque se les venía el humo y el fuego encima…”, nos dijeron
Maximiliano Díaz
“Como estaba muerta tuvieron que dejarla porque se les venía el humo y el fuego encima…”, nos dijeron

Maximiliano dialogó con Diario Prensa Libre para relatar primero quién era su querida tía María Elena, para que se piense en ella como una vecina de Ushuaia, con sueños e ilusiones y no como si fuera un número en una estadística.
“Mi tía Mary, como la llamábamos, era una mujer muy solidaria. Aunque no tuvo hijos, se dedicó a todos sus sobrinos como si lo hubieran sido y ayudo a cada joven adolescente que llegaba a la isla sin familia y los cuidaba como a sus pollitos. Le encantaba hacer tortas y era muy exigente con ella misma. ¡Le tenían que salir no bien si no excelentes!.
Todo el mundo le hacía pedidos porque las hacía con mucho amor. Ella concurría a la Iglesia Misión de Vida y desde allí también realizaba tareas solidarias”.
Consultado sobre los pormenores de la internación de su tía, el entrevistado relató: “La tía Mary había recibido la primera dosis de la vacuna pero se enfermó de coronavirus y fue internada en el HRU. Estuvo ocho días en terapia intensiva. Todos los días me enviaban a mí los partes sobre su salud porque su esposo Pedro, estaba aislado con la misma enfermedad. Ella estaba intubada y tuvo una falla renal por lo que los médicos empezaron a dializarla. Así fue mejorando, dentro de lo delicado de su estado claro, porque continuaba necesitando el respirador. En el 4to día de internación descubrieron que tenía un neumotórax, lo que significa que hay aire fuera del pulmón que impide que ese órgano se expanda y la persona pueda respirar bien. Le colocaron una válvula de drenaje y le encontraron que además tenía líquido, por lo que le hicieron un cultivo y comenzaron a darle antibióticos. El día fatídico, el 7 de julio, me llamó el médico alrededor de las 13 y me manifestó, lo recuerdo claramente, que su cuadro estaba controlado y que le habían cambiado los antibióticos por otros más suaves. Me dijo también que hacía tres días que no tenía fiebre y que estaba evolucionando bien. Que todavía seguía delicada pero que se iba a comenzar a evaluar cuándo le retirarían el respirador. Algo más de seis horas después, a eso de las 18.40 me volvió a llamar el Dr. Adrián Tobal, esta vez para anunciarme que mi tía había tenido un paro cardio respiratorio. Me dijo que estuvieron una hora tratando de reanimarla pero que no lo habían logrado. Y me pidió que nos acercáramos al hospital con el DNI de ella para hacer el acta de defunción”.
Consternados y ajenos a la noticia de que un gran incendio estaba consumiendo parte del edificio nosocomial, los familiares de María Elena fueron al hospital enseguida y se encontraron todavía con el movimiento de unidades bomberiles: “Alrededor de las 21 nos atendió el director del HRU, el Dr. Carlos Guglielmi, quien le manifestó a mi tío Pedro que su esposa María Elena había estado grave, que cada día había ido desmejorando, que lamentaba la pérdida y que la muerte de ella no había tenido nada que ver con el incendio. Cuando yo escuché eso me di cuenta que este médico se estaba atajando de manera evidente por lo que me acerqué para decir que estaba mintiendo y que sus dichos nada tenían que ver con los del profesional que ese mismo día al mediodía me había manifestado que mi tía estaba evolucionando favorablemente y que estaba respondiendo bien al tratamiento, que tenía buena oxigenación, que no había tenido fiebre y que inclusive estaban considerando bajar los parámetros del respirador para ir retirándoselo.
Este hombre, Guglielmi, me respondió entonces que él no sabía nada… y contó que cuando entró al sector de terapia intensiva para advertir que había que evacuar a todos los pacientes, le dijeron los médicos que mi tía había fallecido hacía unos minutos. Resultaba inexplicable y contradictorio lo que Guglielmi nos estaba diciendo con lo que a mí me había afirmado el Dr. Adrián Tobal… El director entonces nos preguntó si mi tía todavía tenía COVID, y como no supimos responder a eso, nos instó a cremarla rápido, en el transcurso de la noche o al día siguiente por la mañana `como mucho´. Insistió en que había que mandarla a Río Grande para incinerarla porque el hospital no tenía luz y las heladeras de la morgue no estaban funcionando. Es más, recuerdo que dijo que como la noche estaba fría había margen para mandar el cuerpo al crematorio a la mañana siguiente. Yo le exigí entonces que
primero le hicieran un PCR para determinar si tenía todavía COVID y, caso contrario, evitar la cremación y poder enterrarla en el cementerio, a lo que me respondió que el laboratorio no estaba funcionando y que no se podía hacer. Tuve que insistirle diciéndole que el test podía hacerse en la clínica, luego de lo cual y de pensarlo algunos minutos, decidió que el hisopado se le practicara en la morgue del HRU y que se analizara la muestra en el Sanatorio San Jorge”.
El asombro ante las posturas contradictorias de los médicos, fue en aumento al dirigirse a hablar con el Dr. Adrián Tobal, continuó contando Maximiliano: “Cuando fui a verlo al médico encargado de Terapia Intensiva, me estaba esperando. Entonces me dijo todo lo contrario de lo que me había transmitido ese mismo día 7 de julio por teléfono. En ese momento sostuvo que el estado de mi tía era grave, que no estaba bien, que tenía la sangre muy ácida y que era sabido que podía sufrir un paro cardíaco en cualquier momento, como dicen que ocurrió. `Te quiero aclarar que la muerte de tu tía nada tuvo que ver con el incendio´, me recalcó. Tobal reiteró varias veces que pese a todo él y su equipo no habían dejado de trabajar en ningún momento durante el incendio y hasta la evacuación y que estuvieron tratando de reanimarla por 15 minutos. Entonces lo confronté con sus propias palabras, porque él había dicho antes que habían trabajado una hora en las tareas de resucitación ¡y después cambió la versión y todo se redujo a 15 minutos!. No daban las cuentas ni era coincidente lo que decía uno y otro medico…. Voy a recordar siempre las palabras de Guglielmi cuando me dio a modo de ejemplo: `Si en este momento vos o yo nos caemos al piso porque se nos para el corazón y nos hacen reanimación, los dos tenemos mayores probabilidades de volver y de que nuestro corazón vuelva a latir. Tu tía en cambio no tuvo las mismas posibilidades que hubiéramos tenido nosotros… Y como se nos venía todo el caos encima, el humo y el fuego, tuvimos que optar por dejarla, por parar con la reanimación y dedicarnos a sacar a los otros pacientes que aún estaban con vida. Me dio el acta de defunción y me despidió sin más. En ese momento ninguno de nosotros la leyó y recién lo hicimos al otro día, estando un poco más tranquilos. Ahí fue que vimos que en el acta constaba que la muerte se había producido a las 18. ¿Cómo entonces Guglielmi y Tobal nos decían que el incendio no había tenido nada que ver con lo que le pasó a mi tía? ¡Era obvio que se estaban cubriendo!. Ante esta situación concurrimos a la Comisaria 1era a radicar una denuncia, enterándonos allí que la Policía registró el inicio del igneo a las 17.30, lo que demuestra que mi tía falleció durante el incendio y no antes. Esto contradecía completamente los dichos de Guglielmi y Tobal que no se cansaban de repetir que la muerte de mi tía no había tenido nada que ver con el incendio. Primero dijeron que había fallecido 5 minutos antes del incendio, después que 15 minutos antes y así…Queda claro que mi tía SI falleció durante el incendio y que fue mentira lo que las autoridades del HRU informaron a la prensa, la noche del 7 de julio, cuando sostuvieron que el incendio no había arrojado víctimas… ¡Mintieron!”.
El entrevistado continuó relatando que “el doctor Guglielmi me llamó al día siguiente, el 8 de julio, a las 8 de la mañana para comunicarme que el hisopado de mi tía había arrojado resultado positivo para COVID y que había que cremarla. Puso gran énfasis en ponerse a disposición de toda la familia y nos pidió que contáramos con él para lo que necesitáramos. Pero cuando esa misma tarde lo llamé, al enterarnos de los altísimos costos que implicaba el traslado y la cremación, imposibles para nosotros de solventar en ese momento, nunca nos contestó el teléfono. Tampoco me contestó nunca más una llamada. Nadie lo hizo”.
Maximiliano habló con personal del hospital y de la Clínica San Jorge, tratando de encontrar respuestas a lo que había pasado: “Le pregunté a una persona que trabaja en el hospital qué había pasado realmente, si habían apagado las luces o los generadores habían fallado, a lo que me respondió que tuvieron que cortar la luz por razones de seguridad. Los caños de agua que pasaban por el techo se habían fundido y volcaban el agua sobre el cableado eléctrico, poniendo en situación de riesgo a personal sanitario, pacientes, policías y bomberos que corrían el riesgo de terminar electrocutados mientras se desplazaban por los pasillos anegados. Entonces leí la edición de Diario Prensa Libre del 8 de julio, en donde se publicaban las declaraciones del director Guglielmi afirmando que el incendio no había arrojado víctimas y nos sentimos atónitos: mi tía María Elena Núñez fue una víctima en ese incendio y para el responsable del nosocomio, parecía que ella no había existido…”.
En un atento análisis de las declaraciones hechas a la prensa por el facultativo, Maximiliano descubrió nuevas contradicciones: “El médico director declaró que lo primero que hizo cuando se percató de la existencia de fuego fue comunicarse con la Clínica San Jorge para pedir camas para cinco pacientes graves de terapia intensiva del HRU. Después gente amiga que trabaja en ese sanatorio me confirmó que esa noche llegaron solo cuatro pacientes… es obvio que la quinta persona era mi tía. La pregunta inevitable es ¿si el fallecimiento de mi tía no tuvo nada que ver con el incendio como no se cansan de repetir… por qué pidieron cinco camas si según ellos, mi tía murió antes de producirse el incendio?. Nosotros nos dimos cuenta de las contradicciones leyendo lo que el médico declaró. Si a eso se suma la manera en que se han comportado, negando y tapando todo, contradiciéndose y desdiciéndose y luego no contestándonos más el teléfono ni tampoco aceptando hablar con nosotros personalmente… es muy evidente que las cosas no son como dicen. Y si además se suma la negligencia de que los matafuegos no funcionaron ni tampoco las mangueras de agua tenían la presión suficiente, el hecho de que hace 7 años que no se practicaban protocoles de evacuación, puertas de emergencia con candado, llevan a la conclusión de que acá hubo mucha negligencia. Como también hubo negligencia en alojar a una persona con antecedentes peligrosos en un lugar como Salud Mental, que no estaba preparado para eso. ¿Cómo es que alguien le dio un encendedor para que prendiera un cigarrillo, según él dijo y después lo usó para incendiar todo?. ¿Por qué lo dejaron solo para que hiciera lo que quisiera? ¿Por qué se lo llevaron 48 horas después a Buenos Aires, sin dar ninguna explicación?.
Atormentados y sin explicaciones ni respuestas a sus mil interrogantes, los familiares representados en la voz de Maximiliano Díaz, concluyeron reflexionando: “Mi tía tenía COVID, eso es así y nadie lo niega. ¿Podría haber fallecido en cualquier momento? Sí. O no. No se sabe. Pero de lo que sí estamos seguros es que no está claro lo que le pasó pero sí que murió en el incendio. Creemos en nuestro análisis que tal vez murió cuando los médicos intentaron desconectarla del respirador mecánico para intentar trasladarla. Sabemos que a cada uno de los pacientes hubo que colocarles un respirador manual. Queremos saber en qué momento pasó, cuándo pasó, cómo fue. O si al cortar la energía eléctrica del edificio el respirador de María Elena se apagó abruptamente… no sabemos y solo tenemos preguntas que nos angustian noche y día. Queremos que todo salga a la luz. Es lo único que nos va a dar quizás, un poco de consuelo”.


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