El presidente Alberto Fernández contradijo al ministro de Educación, luego de que este descartara el cierre de escuelas, lo que provocó el malestar generalizado de la oposición y de padres y madres.
“No se van a cerrar las escuelas”, había asegurado el ministro de Educación Nicolás Trotta ayer por la mañana, horas antes de que el presidente Alberto Fernández comunicara lo contrario. Durante su anuncio, el Jefe de Estado estableció la suspensión de clases por 15 días en los tres niveles educativos, medida que fue un baldazo de agua fría para el ministro, y para la sociedad argentina.
Si bien Trotta comprendía que, frente a la impresionante escalada de contagios de coronavirus, tenía “que haber una disminución de la presencialidad”, eso no iba a implicar “la suspensión absoluta” de las actividades educativas. “Las restricciones no pueden empezar por la escuela cuando la evidencia demuestra que son espacios seguros y necesarios para acompañar a nuestras niñas/os», manifestó.
De hecho, para sortear la suspensión temporal, el ministro había mantenido un encuentro con la secretaria de Acceso a la Salud, Sandra Tirado, y especialistas en salud con el objetivo de analizar diferentes dimensiones de la presencialidad cuidada.
Por su parte, Alberto Fernández no negó las diferencias con Trotta: «Yo mismo tuve discusiones dentro de mi equipo. Mi ministro de Educación insistía con las clases presenciales, pero no son las clases presenciales solamente: hay que ir a un colegio primario y ver el horario de salida, madres que se agolpan, donde el contagio puede hacerse más fácil, chicos que juegan cambiándose los barbijos», dijo el mandatario en declaraciones radiales.
Sin embargo, el mandatario tomó una decisión que evidenció la falta de comunicación interna, y ahora el ministro quedó en el ojo de la tormenta. Desde la oposición, aseguran, pedirán su juicio político por “mal desempeño”.
En Twitter, el hashtag #ConLosChicosNO se volvió tendencia como respuesta de la sociedad a la decisión de suspender las clases. Padres y madres de alumnos cuestionan esta medida, argumentando que “se puede ir a almorzar y a jugar al fútbol libremente, pero los chicos no pueden ir a la escuela”, señalando las incongruencias del decreto.