Esta noche la familia Aguirre irá llegando a la casa donde vivía el joven de 16 años, en Tafí Viejo. No habrá sidras ni pan dulce. El árbol de Navidad quedó guardado y las luces no volvieron a encenderse: “La Navidad ya no existe para nosotros”. ¿Qué le pasó?
Esta noche la familia Aguirre irá llegando a la casa donde vivía Agustín. No habrá sidras ni pan dulce. El árbol de Navidad quedó guardado desde hace dos años y las luces no volvieron a encenderse: “Esta noche nos juntamos, pero para llorar. La Navidad ya no existe para nosotros”.
Yanina Aguirre es la prima de Agustín, el joven de 16 años que hace dos nochebuenas fue a una fiesta en Tafí Viejo y no volvió más: “Yo soy la que siempre hablo porque su papá, mi tío Cacho, no puede. Agustín, después de cenar y bailar con nosotros, fue a una fiesta privada en la avenida Roca al 400, aquí en Tafí. Estaba con dudas de ir, pero fue”.
“Agustín estaba en la fiesta. Le dijo a su amigo Erik: ‘Voy al baño y vuelvo’. Y fue lo último que dijo. Había cruzado la calle cuando un auto de alta gama lo mató. El amigo de Agustín corrió a la casa de mi abuela, pero cuando volvió ya se encontraba sin vida. Agustín era todo para nosotros. Su papá no puede hablar porque se queda sin voz. Lo había criado solo como padre soltero desde los seis meses. La abuela era como una madre. No tenemos consuelo”.
“Esta noche nos juntamos, pero para llorar. Agustín fue el consuelo más grande de nuestra familia. Para unas Fiestas perdíamos a nuestro abuelo, pero nacía él el 22 de febrero del 2002. Mi abuela lo crió como un hijo, no como un nieto. Ya no hay nada que sane su alma: le enseñó lo bueno y lo malo de la vida. Pero la Navidad del 2018 nos cambió la vida. Hoy la Navidad no existe. Ese auto se llevó la tradición”.
“Esta noche nos juntamos para darnos fuerzas. Siempre los hablamos y los acompañamos a su papá y a mi abuela. Mi tío dice que ver a los sobrinos jugar y que no esté Agustín le da un dolor de estómago que no se va. Agustín tenía sueños, sus proyectos: disfrutaba cada segundo de la vida. Abría los ojos y salía a jugar al fútbol: lo que pedía, lo tenía; lo que que tenía, lo compartía”.
Yanina recuerda los momentos más felices de la breve vida de Agustín: “Llegaron a conocer la playa. Era uno de sus sueños. Y el último 24 fue tan lindo: bailó todo el día, compartimos en familia, hizo videollamadas con su tía favorita que había viajado a Chaco. Hasta que lo invitaron a una fiesta a unas cuadras: estaba en duda, pero al final se fue, saludó a los vecinos y a las 3 se fue. El que lo mató estaba alcoholizado y drogado: dejó el auto en Lomas, con un cómplice de quien nunca supimos su identidad, se presentó al mediodía del día siguiente, del 25 de diciembre, con su abogado y quedó detenido, pero con privilegios”.
“El asesino de Agustín no llegó a cumplir ni dos meses de preventiva. Salió con 1 millón de pesos y ahora está supuestamente en un centro de rehabilitación. No hay fecha de juicio y esperamos cambio de carátula: de homicidio culposo a homicidio agravado. Es increíble la Justicia en Tucumán: habilitaron los bares, pero las familias no tenemos acceso a los expedientes. Todo es virtual”, llora Yanina, a minutos de ir a visitar a su familia.
“El asesino de Agustín seguramente pasará una Navidad rodeado de su familia, pero para nosotros ya no será lo mismo. Esta noche nos trae nostalgia, tristeza y dolor. Recordamos la última noche de Agustín con esa sonrisa llena y tierna. Lo único que esperamos es una condena justa así tenemos un poco de tranquilidad. La muerte de Agustín nos dejó con las manos vacías y sin razón de vida. Así nos dejó”.