«Hace 15 años, el promedio de edad de consulta era 33 años, ahora es 38 y si viene una jovencita hacemos una fiesta», señaló uno de los especialistas.
El tiempo es un juez muy apegado a la ley, basta con dejar que transcurra para saber si un fenómeno traspasa la frontera de la moda y se convierte en parte de la vida cotidiana o si sencillamente se extingue.
Si el tiempo tuviera que fallar sobre la maternidad post 40 años, su sentencia sería inapelable: llegó para quedarse.
«Hace 15 años, el promedio de edad de consulta era 33 años, ahora es 38 y si viene una jovencita hacemos una fiesta», dijo a Télam Sergio Pasqualini, director de Halitus Instituto Médico, institución pionera en tratamientos de fertilidad y presidente de Fundación Repro.
Y es que las mujeres lograron que en el imaginario social la maternidad sea percibida cada vez más como un deseo y no como un mandato y el avance de la ciencia permite que el famoso reloj biológico no se detenga cuando el cuerpo establece que ya no se puede lograr un embarazo de manera natural.
Esos dos fenómenos generaron una postergación en la edad en la que muchas mujeres deciden tener su primer bebé: manda el deseo, si es que aparece.
La periodista Adriana Meyer tiene mellizos de 12 años y se acuerda de que a los 40, embarazada, hizo una gran fiesta con su enorme panza. El deseo de ser madre recién se le manifestó a los 38 años.
«Yo veía el tema de lejos y un día a los 38 años y medio me cayó la ficha de que quería ser madre y estaba en pareja. Hasta ese momento mi vida era mucho trabajo y mucha vida social y diversión, no me había interesado. Empezamos a tratar con mi pareja y el segundo mes en el que no quedé embarazada me estimulé levemente y no sólo quedé, sino que vinieron dos. El momento de la ecografía, cuando nos dijeron que eran mellizos no lo puedo poner en palabras, fue una sonrisa interior: doble esfuerzo, pero doble recompensa», dijo a Télam.
Por un tiempo se acabaron los viajes y tuvo que estructurar su vida de otra manera porque dice, como todas las madres consultadas, que tener hijos obliga a mantener una rutina de horarios muy estricta.
Está feliz de haber tomado la decisión, sus hijos están en la preadolescencia y contó que recién ahora tienen su primer teléfono celular, pero reconoce que los años no vienen solos y que la maternidad post 40 viene con muchas ventajas (lo ya vivido, haberlos tenido cuando el deseo apareció claramente), pero con algunos inconvenientes porque nada en la vida es perfecto.
«La primera etapa jugaba mucho con ellos, me quedaba resto, después con el tiempo hacerles caballito era algo que resentía mi espalda. Y después de trabajar todo el día por ahí no te da de ir al parque con ellos, pero les leés un cuento a la noche y lo compensás», contó.
A Soledad García, docente, 42 años, le pasa lo mismo. Está feliz con haber concebido vía fertilidad asistida a sus mellizas de dos años, pero admite que entre el trabajo y el cansancio hay días que no tiene tiempo ni para bañarse.
Entre las ventajas de haber llegado a los 40 sin maternar destaca no tener asignaturas pendientes. «Lo bueno es que ya viviste, ya saliste con chongos, lo que lo hiciste lo hiciste y lo que te quedaste con ganas de hacer ya no lo podés hacer porque no te da el cuerpo», se rió.
La que no le encuentra ningún pero a haber sido madre a los 40 es la fotógrafa Alejandra López. Sus mellizas ya tienen 20 años y las tuvo a los 40 por pura elección.
«Llevaba 16 años en pareja y con mi exmarido nunca habíamos pensado en tener hijos porque teníamos una vida con una rutina muy linda, muy de novios, viajábamos mucho, nos acostábamos tarde. La pasábamos bomba y estábamos en un momento de gran crecimiento profesional», recordó.
Cuando apareció el deseo, algo pasaba que el embarazo no se producía y se propuso con su pareja de entonces hacer un tratamiento de fertilidad, pero con una premisa clara: iban a hacer sólo tres intentos para que un eventual «fracaso» no perjudicara la pareja y si no funcionaban, sencillamente iban a adoptar. No hizo falta.
«En el segundo intento quedamos, no fue nada traumático. Nacieron las mellizas y en mi caso fue una maravilla. Yo no le veo ninguna contra a la edad porque yo tenía una vida que me encantaba y a la que renuncié gustosa cuando ellas nacieron, viajaba una vez por mes y pedí no viajar dos años y tener un horario fijo porque como era fotógrafa full time tenía una vida muy desordenada que tuve que acotar un poco por la necesidad de rutina. En ningún momento sentí que eso fuera una pérdida, incluso en un momento trabajé de editora, tuve jefes recontracomprensivos, reconozco que tuve mucha suerte», relató.
Respecto del hecho de maternar, explica que la pasó muy mal el primer año.
«El agotamiento es tremendo, es algo que no se parece a nada. El cansancio fue un tema sobrenatural, literalmente pasás un mes sin dormir», rememoró sobre la primera etapa.
Pero lo hizo siempre feliz de estar preparada para cambiar de vida. La metáfora que elige es la siguiente: «Con la maternidad salís de cuadro, tenés que estar preparada para eso y creo que lo hice en el momento justo», afirmó.
Hay muchas mujeres que en algún momento de su vida deciden ser madres tengan o no un compañero o compañera, pero hay otras que eligieron ser madres después de los 40 sencillamente porque hasta ese momento no habían conocido a la persona que consideraban indicada para materializar ese deseo.
El caso de Sandra es un claro ejemplo. Tiene 52 años y tuvo mellizos a los 46, mediante ovodonación.
«Siempre tuve el deseo de ser madre, pero a los 36 conocí al que quería que fuera el padre de mis hijos y como es más chico que yo queríamos esperar un poco. A mis 39 empezamos a buscar un embarazo y yo los perdía. Finalmente logramos dar con la especialista adecuada y tuvimos mellizos que hoy tienen 6 años», contó.
Sandra no se atreve a «recomendar» la maternidad, el deseo es muy personal y cuenta que la vida cambia mucho. «Es durísimo el día al día de maternar, te cambia la vida y uno tiene que estar listo para lo que viene, todavía me emociona haber tenido a mis hijos y he ayudado a muchas amigas que han sido mamás grandes, la experiencia es intransferible y no me imagino la vida sin ellos, pero hay que desearlo», sostuvo.
Sandra confiesa, a diferencia de otras mujeres entrevistadas por Télam, que «con el diario del lunes yo los hubiera tenido antes porque con mi pareja nos damos cuenta de que vamos a estar a cargo de dos niños siendo muy grandes, esa cosa de la pareja que en el tramo final de la vida ya puede viajar sin preocupaciones no nos va a pasar. Nos pasó al revés, yo viajé cuando mis amigas estaban cambiando pañales. Es lo que salió», resume.
Y agrega una recomendación: «Todos los ginecólogos deberían informar de lo rápido que baja la fertilidad a partir de los 35 años, así cada mujer puede decidir congelar los óvulos en el caso que quiera retrasar su maternidad».
Ruth Arango también se dio cuenta pisando los 40 no de que quería ser madre, sino de su deseo de ser abuela. Le dijo a su pareja, que ya tenía tres hijos y se produjo una conversación aristotélica muy graciosa.
Él le dijo que ser madre no le garantizaba ser abuela. Y ella le contestó que era cierto, pero no serlo sí se lo garantizaba.
Del juego de palabras pasaron a buscar un embarazo. Pero Ruth no quedaba y recurrieron a la fertilización asistida a los 45 años de ella.
De esa decisión nació Romina, que hoy tiene 11 años y medio.
Su balance es el siguiente: «Teniendo un marido que ya tuvo hijos te enloquecés menos, de grande tenés una mejor situación económica, más sabiduría de vida y rejuvenecés un montón. Como contras, se me complica verme con mis amigas o ir a ver un shows, hice de joven lo que mis amigas hacen ahora. Entre los 20 y los 40 no hubo un fin de semana que no saliera».
La clínica Halitus hace tratamientos de fertilidad desde el año 1987 y Pasqualini se enorgullece de haber ayudado a nacer una cantidad de bebés que equivalen dos veces a la población de las Islas Malvinas.
«A nivel mundial está pasando, las mujeres que quieren ser madres postergan la maternidad y otras andan por la vida sin querer tener hijos y ni nos enteramos» contó a Télam.
Y confesó que la ciencia ayuda, pero que hay un misterio en los embarazos. «Los que me resultan más gratificantes son los que se producen de manera natural después de que la mujer fracasara con el tratamiento in vitro», destacó.
Porque además de un juez apegado a la ley, el tiempo es un portador de noticias inpesperadas. Que cada tanto son buenas. (Télam)