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Enio. Un italiano que regresó a Ushuaia después de 72 años

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El sueño de volver.

Hijo de uno de los primeros pobladores italianos que habitaron en Ushuaia, pudo reencontrarse en los últimos días con algunas personas con las que compartió el mismo barco que arribó al sur argentino, en 1949.

Enio Ottaviani llegó en los últimos días al aeropuerto internacional Malvinas Argentinas, de Ushuaia, como un turista más. Lo diferenció
el hecho de que su asombro fue mucho mayor que el de cualquier pasajero que se enamora de la belleza paisajística del lugar, de sus montañas, del bosque y la bahía. Es que él vivió en la pequeña, incipiente aldea ushuaiense de mediados del siglo pasado, cuando también llegó a este mismo suelo pero en un barco, junto a su mamá Angela Galassi y su padre, Edolo Ottaviani. Con apenas 6 años de vida, Ennio pasó algunos años de su infancia en tierra fueguina antes de alejarse rumbo a Venado Tuerto, en la provincia de Santa Fe, en donde su familia se radicaría para siempre.
“En 1948 mi padre, Edolo, viajó a Ushuaia en busca de un porvenir y un año después, llegamos mi mamá y yo, en el barco Giovanna Costa. Mis recuerdos de infancia están teñidos del color del invierno, cuando con otros chicos me tiraba en un trineo que mi padre había hecho con madera y rieles de hierro. Mi papá trabajaba en lo que fuera. Era minero, iba a la montaña y mi mamá se desempeñaba en una fábrica de placas de cartón prensado que se usaban para hacer casas” – relata Ennio a Diario Prensa Libre, feliz de haber regresado a un sitio que fue muy importante en su vida.
El visitante regresa en el tiempo y recuerda: “Mis padres decidieron que nos fuéramos en el año 1953. Mi mamá tenía 29 años y mi papá 33. Nos fuimos al centro del país, a Venado Tuerto, provincia de Santa Fe, en donde como mi padre no tenía un oficio, ingresó como obrero a una empresa molinera, en donde trabajó hasta sus 56 años, cuando se enfermó. Y aunque los años transcurrieron, yo siempre quise volver a Ushuaia”.
Fue en una sobremesa familiar cuando don Ottaviani decidió hacer realidad ese sueño incumplido y compró los pasajes hacia Ushuaia, la que había escuchado nombrar como la ciudad más austral del mundo, la del fin del mundo o el comienzo de todo. “La verdad es que no me arrepiento de haber venido. Solo me reprocho no haberlo hecho antes, porque es hermosa”.

¿Y qué hace una persona que vuelve a un lugar después de 72 años?

Al llegar a Ushuaia traté de contactarme con alguien conocido y de reconocer algunos lugares que habían quedado en mi memoria. Justo cuando pasaba por una calle vi un cartel que decía Preto y ahí me acordé de que ese apellido había sido muchas veces escuchado en mi infancia. Fuimos al puerto para hacer un viaje en catamarán y preguntamos en Migraciones cómo contactarnos con alguien de esa familia. Hicieron un llamado telefónico y en 10 minutos vino Moreno Preto a saludarnos. Nos atendió muy bien, nos invitó a recorrer la ciudad y nos llevó a reencontrarnos con María Pontoni, quien viajó en el mismo barco que nosotros. Cuando nos vimos nos abrazamos y lloramos juntos por el reencuentro. ¡No parábamos de contarnos cosas!”.


Durante su estadía, Enio recorrió la zona del barrio Río Pipo “adonde íbamos a cortar arbolitos para adornar en Navidad” y contrastó con dificultad la imagen de aquella aldea de casas bajas de chapa, que habitó en su infancia, con la de altos edificios de departamentos que le dan aires de modernidad.
Listo para volver a abordar el avión que lo devolverá a su casa, en la soleada provincia de Santa Fe, don Enio agradeció las muestras de cariño recibidas y prometió volver.
“Me llevo un libro que la Asociación de Residentes Italianos en Ushuaia me regaló, en donde aparece el nombre de mi padre. Me voy agradecido y muy feliz”.

Diario Prensa Libre agradece a la señora Natalia Escobar, por su colaboración en la elaboración de la presente nota.


Diario Prensa

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