Jéssica Maciel nunca olvidó la frase que dijo su padre y que la obligó a huir de su casa. En el Día del Orgullo LGBT+, la historia de una comediante trans que hace humor con su marido y su suegra y es furor en las redes
Jéssica Maciel tiene 2.100.000 seguidores sólo en Tik Tok. Es comediante y en sus redes sociales la gracia es compartida: es Jéssica a las carcajadas poniéndole filtros en la cara a su suegra; es Jéssica haciéndose “la esposa del año” y persiguiendo a su marido, que no quiere salir en cámara, pero quiere. Es difícil para quien sólo ve las pestañas postizas y los dientes nuevos imaginar la vida que tuvo, aunque un sólo dato alcanza para empezar: Jéssica tiene 43 años y, a diferencia de muchas mujeres trans y travestis de su generación, está viva.
Un poco de casualidad, pero está viva.Jéssica durante su casamiento de blanco con Mariano, su marido
Nació en Polvorines pero hasta el día en que escapó desesperadamente de su casa, vivió en Grand Bourg. “Éramos una familia grande, ocho hermanos. Mi papá tomaba mucho y era bastante violento con mi madre. Yo recuerdo ser una cosita chiquita y ver ese nivel de violencia y no poder mover un pelo, no podía hacer nada”, arranca ella del otro lado de la cámara el día en que Argentina marcha y celebra el Orgullo LGBT+.
Al principio, el derrotero de siempre: un niño amanerado de 8 años que mantenía la compostura en su casa y se quedaba inmóvil a un costado de la cancha cuando su papá lo obligaba a jugar a la pelota en el club. Un chico que a los 11 se hizo un vestido tubo con una cortina. Un chico -¿un chico?- que a los 13 aprovechó un baile para ponerse un topcito y caderas de goma espuma para salir a la calle, por primera vez, con ropa de chica.Junto a Mariano, cuando eran novios
“Era Shakira. Toda maquillada, revocada, soñada”, dice ahora a Infobae sobre lo que probablemente haya sido uno de los días más desoladores de su vida. Caminó con Cintia y Mariana, otras dos adolescentes trans del barrio, felices, envalentonadas. “¿Y con quién me cruzo? Con una vecina, la de enfrente. Y me dice ‘ay, qué linda estás’, qué sé yo. Hasta que me dijo la frase de Judas: ‘Quedate tranquila que no voy a decir nada’”.
Cuando Jéssica volvió a casa, “me habían hecho prácticamente un allanamiento en mi habitación, porque tenía mi ropa de mujer debajo del colchón”. Remeritas, bombachas, polleras: todo colgaba de perchas en las ventanas como un museo de la vergüenza.Tiene más de 2 millones y medio de seguidores en sus redes sociales
“Viene mi mamá y me empieza a preguntar, como a interrogar, a lo que yo bueno, me confieso: que me parecía que no era nada malo, que yo me sentía así, que yo quería ser como mis hermanas”, sigue. Según su relato, su mamá le dijo que la iba a aceptar pero la iba a llevar a la iglesia evangélica “porque lo mío era un demonio y que de ninguna manera me iba a dejar vestir de mujer”.
En medio de todo ese griterío, “mi papá y mis hermanos estaban afuera queriendo entrar, pero no querían entrar a hablar conmigo, querían entrar a pegarme”. La ola, después, pareció retroceder pero el silencio repentino no significó precisamente la calma. Una de sus hermanas -sigue, y se traga el llanto- le avisó que su papá y sus hermanos estaban reunidos en un local que tenían en la parte de adelante de la casa.Su marido participa de muchos de sus videos humorísticos en su cuenta de Tik Tok @jessicamacielok
“Y ahí es donde escucho a mi papá decirle a mis hermanos: ‘Bueno, cuando se duerme la vieja, lo llevamos al campo y le pegamos un par de tiros, total, nadie va a pensar que fuimos nosotros”. El campo -explica Jéssica- era un descampado oscuro atravesado por un arroyo que había a pocas cuadras de su casa, en Grand Bourg, donde “dos por tres aparecían personas muertas”.
Jéssica volvió a su habitación, juntó lo poco que tenía -“tipo el Chavo del 8″- y huyó. “Me fui, primero porque tuve mucho miedo. Segundo, tuve esa sensación de que iba a pasar”. No hay pestañas postizas capaces de ocultar lo que dice ahora su mirada del otro lado de la cámara: “Es que yo tenía 13 años, casi 14. Mi familia por ahí no era una familia… no sé, pero era mi familia. Yo a mi mamá la amaba, ¿entendés? Mi casa, mis amigos, mi barrio…”
A la calleNo había cumplido 14 años cuando se vio obligada a huir de su casa para no ser asesinada
Caminó hasta la estación Grand Bourg, subió al tren y durmió en un vagón de ida y de vuelta: mil idas, mil vueltas. “Quedé en situación de calle total. De estar, qué se yo… durmiendo en un palier, en una plaza, reuniéndome con la gente de las plazas, comiendo la comida que tiraban en McDonald’s”.
Aquel pre adolescente sociable y alegre que bailaba y participaba de las obras de teatro en el colegio, había quedado en pausa. Aquel chico estudioso ya no iba al colegio.
“Y estar ahí, ¿entendés? Con la esperanza de que me busquen, porque siempre tuve esa esperanza: que me busquen y me digan ‘volvé, no va a pasar nada’. Pero no pasó”, se desmorona. “Imaginate tener 14 años y que llegue Navidad, que llegue Año Nuevo, el Día de la Madre… esos eran los días que me apuñalaban”.Durante una década estuvo en un agujero negro de drogas, depresión y desesperanza
Lo que siguió fue la prostitución en Palermo, “el único lugar donde había gente de mi género y la única forma que tenía de comer”. Recuerda que la usaban las travestis mayores -“a las más chicas nos hacían pagar todo”-, lo mismo que en las pensiones, donde podía parar siendo menor, trans y prostituta, siempre que pagara 3, 4, 5 veces más que cualquier otro huésped. “Un círculo de explotación horrible”, dice.
Muy rápidamente, “estaba perdida en las drogas, muy perdida, al punto de llegar a ponerme en pareja con alguien que vendía y pasar las 24 horas drogada”. Rondaba entre Palermo y Constitución. “Estaba perdida en las drogas y en la depresión, venía muy golpeada, todavía no lograba entender cómo mi decisión me había hecho perder todo”.
Fue a los 18 años que Jéssica se enteró de que uno de sus hermanos ya no era el varón que había conocido sino Daiana, también una chica trans.Daiana, su hermana, también era una chica trans
“Me contaron eso y que le habían pegado mal. Así que fui a buscarla y prácticamente la crié”. El derrotero de su hermana empezó siendo el mismo: la prostitución, la depresión, las adicciones. La diferencia fue el final: “Se perdió en las drogas mal. Le vendieron algo que no sabemos qué tenía pero la dejó 15 días agonizando y falleció”.
Su hermana no había pasado los 35 años, que es la expectativa de vida de una persona travesti-trans, por lo que Jéssica, que tiene 43, no es la regla, es la excepción.
“Eso es la prostitución, yo estuve ahí, no me lo contaron. Siempre me preguntan: ‘¿Por qué tus amigas son mucho más jóvenes que vos?’. Y la respuesta es que mis amigas de mi edad ya no existen”, sostiene.Arriba junto a Daiana, en la infancia, antes de sus transiciones. Abajo, en el reencuentro de la adultez, ya las dos con sus identidades de género definidas
Tenía 22 años y acababa de perder varios dientes tras una paliza el día en que Jéssica entró a un baño y se miró al espejo: “Empecé a llorar y a llorar y a llorar, no podía parar. Me choqué con algo que era un horror, con alguien demacrado, con alguien flaco, destruido, al borde de morirse. Venía de una paliza y me tenía que volver a parar en la esquina para comer, de que me apuñalaran y a pararme otra vez”, sigue. “Esa noche empecé a meditar fuertemente cómo suicidarme y que no me duela”.
Renacer
Jéssica se alejó de Constitución, caminó por Marcelo T. de Alvear y pasó por la puerta de un bar llamado In Vitro. Entró, se sentó, pidió algo de tomar.Trabajó muchos años en el teatro under
“Por dentro estaba hecha mierda. Pero en eso, se prenden unas luces, se ilumina el escenario y empiezan a salir las transformistas a hacer su espectáculo”. Dice que, apenas las vio, recordó su infancia en el colegio: su grupo de baile, las coreografías, la alegría que sentía en las clases de teatro. “Como que me volví a encontrar, ese día supe qué era lo que yo quería hacer en mi vida”.
Pronto volvió a ponerse en pareja, “fue una especie de amor, porque no lo amaba, simplemente era una emergencia”, dice ella ahora, que está enamorada y sabe lo que es el amor.Su punto de despegue fue una actuación en la que interpretó a Cher
Logró anotarse en unos talleres del Teatro San Martín y empezó a estudiar teatro hasta que se enteró de que en el boliche estaban organizado un concurso de talentos. Jéssica consiguió un body ajustado, lo bordó con canutillos, le sumó telas y alambres y se subió al escenario como Cher.
Pasó una etapa, otra, otra más. La final fue contra Isabel Pantoja. Con el aplauso del público, ganó. Aquella niña sociable y alegre que participaba de las obras de teatro del colegio, había vuelto.
Fue un renacimiento que incluyó, después, la construcción de su propia familia. Jéssica se enamoró y se casó con Mariano Solalinde, que es auxiliar en un jardín de infantes, y conoció a su suegra, Alicia Terpolilo, que es jubilada. Esa mujer es la que ahora se tienta de risa con ella en los videos de Tik Tok, el lugar que Jéssica encontró para hacer comedia y vivir de su trabajo.Junto a Alicia, su suegra, con la que hace humor en sus redes
“Al principio ella no quería saber nada. Me decía ‘alejate de mi hijo, yo quiero tener nietos’. Pero su hijo les dejó claro que nadie le iba a decir a quién amar, y la relación que tenemos hoy es lo más. Muchas veces me peleo con Mariano y ella salta para mí, tenemos una relación madre-hija”.
A su suegra, por ejemplo, le hace bromas: le pide que se ponga seria porque va a hablar de algo importante y graba la transformación de su cara mientras Jéssica pide donaciones a sus seguidores “para que mi suegra deje la prostitución”. Tan protagonista es su suegra en los videos que cuando estrenaron la obra Academia de Tik Tokers en el teatro Astral a la señora le pedían fotos.«Tenemos una relación madre- hija», dice sobre la madre de su marido
Al marido, por ejemplo, lo enfoca mientras ella dice “les quiero contar cómo es mi rutina. Me levanto a las 7 y a mi marido le hago un tecito con unas tostadas con manteca”, y él la interrumpe: “Como le mentís a la gente, caradura”. A los 2.100.000 seguidores de Tik Tok se suman otros 250.000 entre Facebook e Instagram y una obra de teatro en la calle Corrientes que sigue en cartel.
A sus padres volvió a verlos en 2015, con el féretro de su hermana de testigo. “Ese encuentro me sirvió para sacarme algo que yo tenía clavado en el alma y no me dejaba avanzar”, se despide Jéssica.Cuando por fin pudo empezar a construir su propia casa
“Mi papá vio que yo ya tenía mi terrenito, mi casita, que estaba en pareja, casada, que mi vida estaba acomodada. Entonces yo, en medio de todo ese dolor por la muerte de mi hermana, les relaté por todo lo que había pasado, les recordé que nunca había vuelto a pedirles nada, y les mostré que yo no quería estar parada en una esquina, yo no quería que la gente me mirara con asco. Yo quería hacer esto”.
Fuente Infobae.