RIO GRANDE

Río Grande en la constelación fueguina

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Semanas atrás presentamos un artículo sobre la cosmogonía Selk’nam, una de las culturas descendiente de los primeros pobladores de la Isla Grande de Tierra del Fuego. Destacamos a Temáukel como aquella deidad omnipresente, inmaterial y lejana que existía incluso antes que desde el poder de las cordilleras invisibles del infinito, surgieran la tierra y los cielos. Pero en el momento de la aparición del mundo, los cielos del infinito (“Sho’on”) se dividieron naciendo de este modo los cuatro puntos cardinales. El cielo del este correspondería a Wintek, el sur a Kreikut, el oeste a Kenenik y el norte a Kamuk.
Sabemos que de Temáukel surgió la tierra sin forma y que luego envió a aquel semidios corpóreo llamada kenos para que terminara de organizar el mundo. Kenos entonces creó a los Howenh, los primeros antepasados míticos, a quienes otorgó las leyes del buen comportamiento, de unos con otros y de todos ellos con la naturaleza, colocándolos en el karukinká, el mejor territorio al que había dado forma, provisto de belleza y recursos.
Con Temáukel residiendo en el cielo infinito del este, ocurrió la pelea entre Kamuk (el norte) y Kreikut (el sur), dado que Kamuk se negó al amor entre su bella hija y Kreikut. Con el triunfo del sur sobre el norte, concluyó un episodio mítico de una lucha por el reconocimiento territorial que quizá tengas ribetes en la actualidad.

Antinomias de ayer y hoy

Si bien la mitología Selk’nam indica que Kreikut venció finalmente a Kamuk gracias a que contaba con la asistencia de la nieve, la que le permitió desatar un temporal de tal magnitud que obligó al norte a rendirse, ambos contendientes lucharon con poderosos aliados.
Kamuk contaba con la poderosa y resbaladiza cordillera del lado norte, donde habitaba las hermanas mar (“Ko’ho”) y tempestad (“O’oké”). También contaba con los servicios de la lluvia (“Chalu”), controlando de este modo el éxito de la primavera y el verano. Mientras que Kreikut estaba acompañado por la temible luna (“Kraa”), por nieve (“Xoshé”) y el arcoíris (“Akáinik”). Fue así que cuando el sur se impuso al norte, presumiblemente comenzó la era del predominio del invierno blanco, enviando periódicos temporales de nieve al norte. Desde ya que, cada tanto, el norte devuelve gentilezas al sur, enviando la molesta lluvia.
Lo cierto es que remitirse a un norte y un sur, conlleva muchas veces a concebir un esquema binario siempre contradictorio y en competencia. Podemos comprobarlo, si se quiere, en la geopolítica mundial actual, donde un norte y centro poderosos, imponen condiciones a un sur perentorio y subdesarrollado. A lo largo de la historia universal, núcleos de poder geográficamente situados han ejercido hegemonías sobre polos cardinales opuestos. Imperios construidos a las sombras del yugo de la esclavitud han convivido en diferentes regiones del mundo y se han hundido para dejar paso a épocas de estabilidad hasta que la lógica del poder habilita nuevas instancias de conquista y dominación.
Incluso en pleno siglo XXI, donde las democracias burguesas han logrado extender los Estados-nación modernos a grandes franjas del globo terráqueo, la igualdad parece un anquilosado credo iluminista y jacobino, más que un imperativo de hermandad entre los pueblos. Y no sólo eso, toda vez que la distribución del poder a nivel interior de cada Estado nacional, comprueba profundos desequilibrios regionales. Nuestro país es una prueba cabal de ello.
Del mismo modo, muchos fueguinos reconocen las clásicas antinomias regionales surgidas en el transcurso del siglo XX entre la capital del Territorio Nacional fueguino y la incipiente comunidad de Río Grande, emulando muchas veces a la existente entre porteños y habitantes del interior. Antinomias del tipo cultural, políticas, étnicas, sociales e ideológicas se florean sobre un manto de identidad a veces negociada y a veces impuesta.

Las disputas del norte y el sur a fines del siglo XIX

Al rico universo de interacciones entre los Selk’nam (ubicados en el centro y norte de la Isla) y los yámanas (canoeros de la zona sur), sucedió la llegada del mosaico social occidental europeo y su descendencia criolla. No hay que perder de vista que a la historia de las misiones religiosas, de las estancias y insipientes poblados que estas generaron en el norte de la Isla, deben sumarse otras experiencias laicas de difícil digestión para la historiografía del extremo austral.
A mediados del siglo XIX arrasaba la fiebre del oro en California, viralizando la búsqueda de aquel metal precioso en la mente y el corazón de aquellos aventureros que deseaban mejorar su condición social. El hallazgo casual de oro y los recurrentes naufragios en Cabo Vírgenes (Estrecho de Magallanes) y otras zonas marítimas circundantes a la Isla, generó expectativas alterando primero el transcurso social de Punta Arenas y luego atrayendo a enigmáticos personajes como el ingeniero rumano Julio Popper, que se instaló en el Páramo, al norte de la Bahía de San Sebastián, fundando la “Compañía Lavaderos de Oro del Sud”.
Con apoyo de la oligarquía portuaria de Buenos Aires, el feudo de Julio Popper llegó a contar con sello postal, moneda de oro propia y un ejército de mercenarios de infame reputación, ejerciendo su hegemonía desde 1886 a 1893. Sin embargo, desde 1884, se oficializaría la presencia argentina en Ushuaia. Una vez más el sur se erigía cabecera en la Isla. Otra vez Kreikut. Otra vez el sur.
Las disputas de Popper con la Marina argentina se dieron de forma inmediata: el primer Gobernador militar de Tierra del Fuego con sede en Ushuaia, Capitán de la Armada Félix Paz y luego sus sucesores Mariano Cornejo y Pedro Godoy, solicitaron enérgicamente al Poder Central reglamentar los lavaderos de arenas auríferas, con el fin de drenar la hegemonía y red de contención política de Popper en Buenos Aires, defendiendo así la autoridad gubernamental recientemente constituida El poder institucional se impuso finalmente a la pulsión aventurera del Ingeniero rumano y hacia principios del siglo XIX la Marina comandaba sin mayores contrapesos el proceso histórico-social insular.
Un cuarto de siglo después, el norte laico renacería en una novedosa experiencia, en esta oportunidad de la mano de la actividad agrícola políticamente planificada.

Río Grande: la ciudad del norte

Desde 1916, la Unión Cívica Radical ejercía el Poder Ejecutivo Nacional, y la zona del norte de la Isla contaba con no más de 150 habitantes, fruto de la acción de las misiones religiosas y de la expansión del terrateniente español devenido en puntarenense José Menéndez. En la última etapa de su mandato, el Presidente Hipólito Yrigoyen propició la fundación de colonias agrícolas y pueblos para fortalecer y lograr la soberanía alimenticia en los Territorios Nacionales ubicados en las fronteras norte y sur del País. Fue así que el 11 de julio de 1921 se fundaría la colonia agrícola de Río Grande, en el norte de la Isla, con una superficie originaria de unas 5.000 hectáreas.
Si se presta atención a su fecha de fundación, este año Río Grande transita su centenario y seguramente ni en los más acalorados sueños del infame Julio Popper, los padres Fagnano, Beauvoir, del comerciante terrateniente José Menéndez o del entonces Presidente Hipólito Yrigoyen, se habrá figurado una ciudad pujante e industrializada como lo que significa este centro urbano en la actualidad. No sólo ellos estarían impresionados, sino quizá también el mismísimo Kamuk, deidad de las tierras del norte.
Río Grande cuenta hoy con el padrón electoral más abultado de la Provincia de Tierra del Fuego y contribuye con actividades neurálgicas para el producto bruto geográfico isleño, con su agigantado cordón industrial y la concentración de la actividad hidrocarburífera y ganadera.

Río Grande en la constelación fueguina

¿Será este siglo XXI el momento en que la posición del norte en la constelación fueguina retome antiguas reivindicaciones negadas del pasado profundo e inmemorial fueguino? ¿Estará preparando Kamuk su retorno a las luchas que definirán una nueva hegemonía o al menos un equilibrio más equitativo entre los puntos cardinales isleños?
Por lo pronto, transitamos el día 15 y todavía no nevó en Ushuaia, el verano parece no querer retirarse (hasta hubo buen clima la madrugada del 2 de abril) predominando el viento sobre la nieve. Son señales que quizá no debamos subestimar, justo este 2021, cuando Río Grande cumple sus cien años, quizá los primeros cien de una nueva era que los simples mortales no alcanzamos aún a divisar como tal.
Atando cabos sueltos, los vientos del norte vinieron aplastantes en 2019, y el último candidato a Gobernador oriundo de la ciudad de Río Grande aplastó a su contrincante del sur con un rotundo triunfo en primera vuelta. Jamás un intendente riograndense había destronado a un Gobernador en ejercicio proveniente de Ushuaia de esa manera.
El tiempo no para y quizá la era de Kamuk haya comenzado, sin que el sur lo advierta las reivindicaciones de un norte muchas veces subestimado desde la capital, afloren con más frecuencia para recordarnos que aún existen cuentas pendientes, que algún día habrá que pagar en la constelación fueguina.


Fuente Diario Prensa.