CORDOBA.- «Moreira Gomas» es un comercio Pyme de Coronel Moldes, una ciudad del sur de Córdoba, a 290 kilómetros de la capital provincial. Su dueño, Juan Moreira, tiene 88 años y desde los 20 está al frente del negocio. Ahora decidió dejárselo a Deolinda Alfonso, la empleada que trabaja con su familia hace 40 años.
Moreira quedó viudo hace dos años y cuenta que, antes de que su esposa muriera, decidieron que el negocio quedaría para Deolida que empezó a trabajar con ellos cuando tenía 12 años y que, con el tiempo, se convirtió en una más de la familia. «Mi salud no me permite estar más frente a la firma, pero todo sigue igual, la atención sigue siendo como antes y cada vez mejor», dice Juan, quien no tiene hijos. El resto de sus bienes quedarán para sus sobrinos.
Deolinda -de 49 años, dos hijos y tres nietos-, viene de una familia humilde de siete hermanos. De chica necesitó trabajar para ayudar y, por recomendación de su madrina, ingresó a la casa de los Moreira para ayudar con las tareas domésticas. «Cuando me preguntaron qué sabía hacer les dije de todo, pero no sabía casi nada, así que todo lo que sé y quién soy se lo debo a ellos», afirma la mujer.
«Para nosotros que venimos de muy abajo esto es muy emocionante, muchas cosas.Agradecimiento, felicidad. Es el futuro de mis hijos también. Piense que vivíamos en una casa que era una pieza y un dormitorio; con mi hermana dormíamos una para los pies y otra para la cabecera; íbamos al colegio una a la mañana y otra a la tarde. Imagínese lo que es esto».
Elena Moreira la tomó por un mes a prueba cuando su mamá le dijo que ya no podía seguir el secundario y necesitaba trabajar: «Era muy paciente, me explicaba todo, me ensañaba», repasa y recuerda que «ella y Juan» le hicieron la «fiestita de 15». Cuando se casó Elena le ofreció su vestido. «Era un honor para ella y también para mí», se emociona.
Hace 20 años a Deolinda le detectaron un cáncer y su marido se quedó sin empleo: «Me tenían que operar y fui a decirles que no podía trabajar más. Otra vez me ayudaron, me apoyaron, se pusieron a mi lado para que saliera adelante».
Las primeras vacaciones de Deolinda y su familia también fueron con los Moreira. «Nos llevaron con ellos a Villa Carlos Paz; nos dieron todos los gustos, vivíamos y hacíamos lo mismo con ellos. Era un sueño hecho realidad. Desde entonces, vacacionamos juntos», relata. La mujer lleva la alianza que era de Elena, fue el pedido que le hizo su esposa a Juan para que su hija postiza la recuerde siempre.
Hace unas semanas don Juan -quien siempre le insistía que no la iban a «desamparar»- la llamó y le comunicó la decisión. «Me largué a llorar, no podía creerlo. Él todavía me dirige. Ojalá haya muchos Juan, gente que reconozca a los que trabajan. Mi mamá era lavandera, cocinera y mi papá tropero. En esos años había que trabajar de chicos para poder ayudar», apunta Deolinda a este diario.
Sus hijos -uno trabaja en una farmacia y el otro en un supermercado- seguirán con su vida: ‘Si alguna vez necesitamos ayuda, te pedimos. Pero ahora disfruten con papá’, me dijeron. Para mí es una tranquilidad igual saber que acá también está el futuro de ellos»